Que es la CVX

GÉNESIS Y ESENCIA DE LA CVX:

La primera juventud de Iñigo López buscaba rumbo entre tirones, jaloneada por el deseo de ser alguien en su sociedad y por el ansia de gozar la vida. Una bala de cañón aquietó por meses la vitalidad de aquel joven, y, en medio del reposo forzado por la convalecencia, le fue dada una nueva vida:
Leyendo, tras horas de soñar, su propio corazón, y leyendo las historias de Jesús y de los santos, empezó suavemente a ejercitar un nuevo arte: a descubrir en su interior el impulso de la vida verdadera y a reconocer en la sociedad y en la historia la presencia activa de esa misma Vida.

Y dedicó varios meses, en la soledad, a profesionalizarse en este arte: a convivir y dialogar con Jesús, en quien fue descubriendo el Sentido de la existencia. Con ello, éste dejó de ser para él asunto teórico y ocasionalmente angustiante, para convertirse en amistad y cariño apasionados.

Del mismo Jesús, recibió el Empuje interior a ser testigo de esta su propia experiencia: la del amor incondicional y operativo que, en Cristo, tiene Dios por sus creaturas. Y, de allí en delante, Ignacio fue incasable servidor de la Buena Noticia que había experimentado.

¡Jamás descansaría ya, en un nuevo tironeo!: el de un ilimitado deseo de asemejarse por cariño a Jesús pobre y humillado, y el de un anhelo incesante por la mayor eficacia en el anuncio universal del Evangelio y en la evangelización de la civilización y la cultura y de todas las civilizaciones y culturas.

Convertido en ‘peregrino’ recorrió, como Jesús [¡y con Jesús!], pueblos y ciudades; y buscando capacitarse para servir mejor a su conflictiva sociedad, llegó en su peregrinar a la máxima casa de estudios de su tiempo. Allí, Ignacio universitario moderó sus ansias de íntimo trato con Jesús, de testimonio explícito del Evangelio y aun de vivir la misma pobreza de Cristo, por poderse dedicar con toda seriedad a los estudios.

Esto no le impidió, sin embargo, una actividad por él privilegiada: la de propiciar en París, como antes en algunas poblaciones españolas, el que, ayudados por algunos ‘ejercicios’, tuvieran también otros la experiencia que el había tenido: experiencia espiritual de Dios en Jesucristo, experiencia de libertad en la verdad, experiencia de misión y de sentido de la vida.

Muy pronto, algunos de estos ‘ejercitantes’, auténticos compañeros de Jesús empezaron a agruparse y a formar comunidad: una comunidad de vida cristiana, en que unos a otros, cada uno en su propia profesión u oficio y en su estado propio de vida, se apoyaran para vivir mejor la misión de servicio evangélico, recibida por ellos de Jesús en la experiencia de los ejercicios.
Esta historia, cuyos detalles son conocidos por muchos de ustedes y están al alcance de todos en múltiples publicaciones, da cuenta a la vez de la génesis y de la esencia de la CVX: de la Comunidad de Vida Cristiana.

Fundamentalmente, en efecto, la CVX no es otra cosa sino esto: un grupo de amigos, formados en torno al Señor en la escuela de los ejercicios ignacianos que comparte su vida, su lucha, su fe y su esperanza, en la misma misión de servicio de Jesús de Nazaret: la de dar libertad a los oprimidos y comunicar buenas noticias a los pobres.
Desde sus orígenes, esta Comunidad vio en María, la madre de Jesús, un modelo y paradigma de fe, de sencillez y de servicio. Nació, por ello, con el nombre de ‘Congregación Mariana’, y fue bendecida con la aprobación de la Iglesia Jerárquica hace poco más de cuatro siglos.

Esta Congregación primera creció y dio sus frutos entre los estudiantes del Colegio Romano [germen de la actual Universidad Gregoriana], quienes se distinguieron por su integridad de vida y por su servicio a los enfermos e indigentes de Roma y de sus alrededores.

Y a ella se fueron afiliando numerosas ‘congregaciones’ entre ellas, las florecidas en nuestra Patria a partir de una primera, establecida en la ciudad de México el año de 1574.

Cuatro siglos más tarde, en 1974, las congregaciones mexicanas se reúnen en asamblea, y reciben, en Puente Grande, el Viento renovador que del Concilio Vaticano II se desencadenó sobre la Iglesia.

A partir de entonces, y queriendo volver a sus orígenes y a su esencia, toman el nombre de Comunidades de Vida Cristiana, e insisten con nuevo empeño en reencontrar su rumbo y su misión en la experiencia de los ejercicios ignacianos.

Con un mismo espíritu, y al servicio de un mismo mundo cada vez más intercomunicado, las Comunidades, reunidas en asamblea, deciden configurarse como una única comunidad mundial; y, como consecuencia de ello, renuevan, en 1990, en la asamblea mundial de Puente Grande, sus principios ‘y sus normas’ generales, que constituyen hoy su documento legislativo supremo.

Desde sus primeros párrafos, fieles a la escuela ignaciana, estos principios se definen a sí mismos como meros auxiliares, subordinados en todo a la ley superior del Evangelio, y profesan que siempre han de interpretarse según el Espíritu Santo vaya sugiriéndolo.

 
CONSTITUCIÓN Y ESTILO DE LA CVX:

Esto no significa, sin embargo, que la CVX sea algo indefinido o amorfo: Está determinada por su historia y por su estructura jurídica [aprobada por la Santa Sede], y, sobre todo, como organismo vivo que es, recibe su configuración y su forma del principio interno que la anima: de la experiencia de los ejercicios ignacianos, prolongada y renovada con el apoyo de los miembros de la comunidad, por lo general a través de las reuniones periódicas de la misma.

Para su funcionamiento práctico, la comunidad mundial hoy por hoy subsiste en comunidades nacionales, que a la vez hallan su forma concreta de existencia en las comunidades regionales y locales: Normalmente es por medio de ellas como los miembros individuales se incorporan a la comunidad única mundial.

Esta incorporación es algo paulatino y progresivo: No responde a un mero entusiasmo de momento, sino a un llamado que Dios hace a un estilo peculiar de vida. Y este llamamiento de Dios se ha de discernir y confirmar a lo largo de la propia experiencia, y del trato, la convivencia y la colaboración con los demás miembros de la CVX.

Una respuesta consciente y libre a ese llamado resulta de fundamental importancia, puesto que de ella depende la solidez de un compromiso que es opción permanente de vida. Por eso, la Comunidad de Vida Cristiana no pretende ser una agrupación multitudinaria; aunque sí recibe con alegría y afecto a cuantos, invitados a ello por el Espíritu, se deciden a configurar su vida y su persona al estilo CVX.

Una de las características salientes de este estilo es la sencillez de vida, que, al tiempo que es una liberación del consumismo, es sobre todo una exigencia de la justicia, y una cercanía afectuosa a los empobrecidos de este mundo, a quienes antes que a nadie pertenece el Reino de los Cielos.

Es obvio, por lo demás, que en una sociedad competitiva y en medio del acoso continuo de la publicidad comercial, esta vida sencilla difícilmente se desea y se vive sin una comunidad que la nutra y convalide, y en que la seguridad personal provenga del cariño y de la fe, y no del poder, del tener o del prestigio. 

No es ésta, sin embargo, la meta final de la CVX. La sencillez de vida y la comunidad misma tienen ante todo un sentido misional o apostólico: Nacida y alimentada de la experiencia de los ejercicios, la Comunidad de Vida Cristiana tiene como finalidad última y primera el colaborar con Jesús en el trabajo del Reino: el anunciar y realizar una sociedad auténticamente fraterna, en la que el ser humano sea consciente de su dignidad y disfrute de los medios para vivir conforme a ella.

Este es el servicio evangélico que la CVX se proponer dar a la universal Iglesia y al mundo, y el que cada comunidad local y cada miembro de ella quiere dar en su medio propio y en su contexto cultural. Por eso, la CVX es una comunidad apostólica.

No significa esto que se haya de orientar al servicio del templo o de la doctrina, ni que sus miembros todos hayan de realizar en conjunto una misma y única labor apostólica. Pero sí significa que todos y cada uno de ellos están llamados a dar un testimonio de vida evangélica, así en su propio hogar, como en su entorno estudiantil o laboral, y en el ejercicio todo de sus responsabilidades eclesiásticas, ciudadanas y políticas... y, llegado el momento, al afrontar en fe la invalidez, la ancianidad, la enfermad y la muerte.

Y es obvio que la comunidad [diversamente en su ámbitos diversos: mundial, continental, nacional, regional y local] desempeña un importante papel en este contexto: No es ella, en efecto, solamente el lugar de la convalidación afectuosa y del crecimiento personal, ni es sólo el espacio privilegiado para la servicialidad mutua y el acompañamiento en la esperanza y en la fe. Es, además, también el salón de estudio y el taller de análisis y reflexión, para iluminar las opciones de servicio de la comunidad misma y de aquellos que la integran.

Así, la comunidad se hace responsable de cada uno de sus miembros y ve por ellos en todos los aspectos de su vida. Y muy especialmente los auxilia, incluso a través de acuerdos libremente compartidos, para optimizar la vida profesional y las demás actividades que puedan emprenderse, orientadas en su totalidad al servicio del Evangelio del Reino.

No es, con todo, la Comunidad de Vida Cristiana una institución centralizada. No se da en ella propiamente una autoridad superior ni una normatividad obligatoria. Funciona toda ella con base en la autonomía y en la confianza: en la confianza en el Espíritu de Dios, y en la confianza en cada uno de quienes la forman.

Cada comunidad, por tanto, en el espíritu de los ejercicios y de acuerdo a los ‘principios generales’, elige por sí misma sus funcionamientos concretos y sus funcionarios. Y si procura generalmente estar cerca de un presbítero, no es para que la dirija o la gobierne, sino para que la acompañe en el Espíritu y para que ocasional o regularmente presida para ella la celebración eucarística.


INTERRELACIONES:

Por su modo propio, por su origen y por su historia, la Comunidad de Vida Cristiana está vinculada con la Compañía de Jesús: No con un vínculo de dependencia o de condicionamiento jurídico; sino con lazos vivos de amistad y de colaboración apostólica.

Por el contrario, cada pequeña comunidad de vida cristiana se interrelaciona con las demás para formar las comunidades de ámbitos más extensos y unitarios: la comunidad regional, la nacional y la comunidad única mundial.

Esta interrelación se expresa y se afianza sobre todo en las diversas asambleas comunitarias: en la más frecuente regional, en la nacional, que en México se celebra cada año, y en la mundial, que por ahora se realiza cada cinco años. Y de estas asambleas surgen normalmente comisiones o ‘consejos’, encargados de servir a la comunidad para la realización de los acuerdos de la asamblea. Entre estos servicios, sobresalen los referentes a la formación de los nuevos miembros de la comunidad, y, especialmente, a la coordinación y difusión de los ejercicios ignacianos.

La Comunidad de Vida Cristiana no tiene prisa por incrementar el número de sus miembros: prefiere respetar al máximo la libertad de los posibles candidatos, y, confiada en la fuerza del Espíritu, quiere proceder en todo al ritmo que suavemente él le vaya sugiriendo.

Conocer la orientación y el momento del movimiento del Espíritu, es responsabilidad de cada asamblea y de cada uno de los que la integran; como lo es también el llegar a las decisiones consecuentes.


EPÍLOGO:

1. ¿Cuál es mi actitud o sentimiento actual ante la experiencia de ejercicios?

2. ¿Cuál es mi actitud o sentimiento actual ante el ‘estilo de vida CVX’?

3. ¿Cuál, ante el servicio apostólico de la Comunidad de Vida Cristiana?
 
 
fxsi y mmpg

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