Una postura, como miembro de CVX, ante el compromiso socio-político.

Por: IdS.
CVX Hermosillo (México).

Introducción

       Con el presente ensayo se pretende acercar, a los factores que envuelven la postura y participación socio-política de un miembro cevequiano en América Latina.

       ¿Acaso el cristiano es ajeno a dicha participación por ser una cuestión mundana? ¿Su accionar se limita al templo, sin cuestionar o criticar el rumbo de la sociedad? ¿Nuestro aporte en política se define por la elección partidista y no por nuestra profesión de fe?

       Antes de empezar a dilucidar estas y otras interrogantes, es menester señalar a qué se atiende cuando utilizamos a Dios y a la política dentro de una misma frase; ya que parecería en sí una contradicción o una incoherencia, esto sin mencionar como algunos candidatos han hecho uso de ellas para fines electorales[1].

Dios

       El situarse ante el Inabarcable e intentar comprenderlo de forma racional, resulta una tarea inacabada para todo ser humano, debido a nuestra limitada capacidad que imposibilita su comprensión. Él está más allá, Él es el que «trasciende»; es querer alcanzar «el indecible misterio de esa realidad última y definitiva» señalada José María Castillo en su libro «Dios y nuestra felicidad» (2005).

       Por esto y antes que nada, Dios es experiencia, es decir, su presencia (objeto) es captada naturalmente por nosotros (sujeto) y representada a partir de experiencias pasadas que nos permiten interpretarlo y significarlo. No es pues, una imagen ni una proyección interna sino una presencia real, puesto que Él ya estaba antes de ser experimentado; y este reconocimiento implica un uso de nuestra inteligencia, capacidad perceptiva y atención. Como criterio de identificación utilizaremos la Escritura, que nos certificará su presencia y forma de proceder (Cf. Libanio sj. J.B.).

Política

       Política se entenderá como la búsqueda del bien común, ya que a) pertenece a la misma naturaleza humana, y su práctica forma parte del aspecto social del ser humano; b) su fundamento y sentido es el llamado –vocación- a la comunión interpersonal y social, es decir, está en relación con los otros; y c) es un instrumento indispensable para la construcción de una sociedad justa donde sea posible la realización de las personas (Cf. CVX España, p. 19). Ello nos aleja del prejuicio de que hacer política es sólo una militancia-adherencia partidista o una colaboración dentro la estructura gubernamental; como quién cree que ser creyente es ser buena gente nada más.


Contemplando

«Porque no podemos pasar de largo ante su clamor -de los pobres- y seguir llamándonos cristianos»
Víctor Codina.


        Como cristiano, el contemplar en nuestra oración-diálogo con Dios, las realidades sociales y políticas de nuestro entorno y del mundo; representan un continuo llamado, en el aquí y en el ahora, a la construcción del Reino de Dios.  

       Los ruidos de violencia e inseguridad, los altos índices de pobreza y marginalidad, los abusos y violaciones hacia migrantes y presos, la discriminación cultural, religiosa y de género, etc., no sólo provocan interpelaciones a nuestras posturas y creencias, también crean tensiones, tanto dialécticas como espirituales; tensiones entre un querer huir, una escapatoria a tanto sufrimiento; un impaciente esperar a que llegue una solución externa o divina que arranque de raíz todo el mal, o un vehemente qué-hacer, sobrevalorando lo pragmático sobre lo reflexivo, y terminando siendo un fin en sí mismo, es decir, un hacer por hacer.
 
       El comprometernos con Jesús o refrendar nuestro compromiso, dentro del ámbito socio-político, puede diluirse lentamente entre estas tensiones y sutiles posturas de críticas o de apatía e indiferencia colectiva. Esto es fruto, tal vez, de un hartazgo partidista, causado por promesas electorales incumplidas, por la corrupción e impunidad histórica, o simplemente por vivir en un país donde siempre «es lo mismo» y donde «no pasa nada»

       Realidades abrumadoras y abaratadoras de nuestra fe-confianza, llegan a nublar el accionar – o el existir- de Dios dentro de estos sistemas. Pues creemos que su presencia no se ve y no se palpa; y en el mejor de los casos, se limita a espacios tipo burbuja, lejanos y ajenos, preocupados únicamente por una ortodoxia, como pueden ser algunos centros de asistencia, patronatos, asociaciones civiles e incluso grupos religiosos.
 
 
La experiencia política, Dios en la historia humana.
 
       La participación del cristiano en los procesos socio-políticos es un derecho y un deber, que en muchas ocasiones resulta polémico y otras veces poco entendido. El intentar ver a Dios dentro de estas realidades, genera más preguntas que respuestas, ¿Dónde está? ¿Por qué permite tal o cuál situación? ¿Por qué si está con los pobres, ayuda a los ricos?
 
       La historia de los sistemas de poder y corrupción en el mundo, particularmente en América Latina, parece re-validar nuestros prejuicios y miedos. Clarificar nuestra imagen de Dios resulta determinante en nuestra intervención social, no es un quién sino un cómo actúa.
 
      Una primera imagen que nos ayuda a reconocer su proceder es la ofrecida por los libros del Éxodo y Levítico; ellos nos muestran un Dios de justicia y derecho, un Dios interesado por todos sus hijos, en especial por los marginados. El establecimiento del año sabático y jubilar, nos habla de una igualdad social de tipo económico y laboral. Es decir, un Dios actuante en la comunidad «que nos recuerda que lo creado ha sido hecho para todos y nadie tiene derecho a expropiarse de los bienes de este mundo en forma definitiva y exclusiva» (Vitoria, 2013, p. 67). Su lógica es estar en medio de los hombres.

       Y es en Jesús, donde ésta imagen se purifica, pues es Dios irrumpiendo en la historia y volviéndose ella, donde su lucha por la dignidad y los derechos de los excluidos, su amor y fidelidad a la misión, su apertura y amistad, vuelven creíble el amor del Padre hacia todos sus hijos.

        A partir de él, ninguna realidad humana, creada o histórica podrá ser entendida sin referencia a Dios y Dios no podrá ser entendido sin referencia a la historia humana (Cf. Libanio sj, J.B.). Estableciendo una condición indispensable, la cual es el encuentro con el «otro» pobre, en especial en circunstancias de violencia, exclusión y muerte (Cf. Lucas 10, 22-37).
 
        Así Dios nos alienta a hacer política, a construir un orden social que favorezcan a toda una comunidad teniendo como centro al hombre; uno donde la justicia prevalezca como medida, en especial con los más débiles. Y para ello requiere de nuestra colaboración como un elemento necesario -no obligatorio- de su proyecto amoroso. 

       Él respeta nuestras decisiones sean cual sean, pero sí de colaborar se trata, resulta «imprescindible aprender cada uno a discernir su tipo de vocación política, según sus circunstancias personales y sociológicas» (Caravias sj, J.L.). Pues no forma parte de su itinerario el que seamos simples espectadores y acumuladores, viendo «desde lejos» la larga fila de empobrecidos, que muchos de ellos son víctimas de nuestros egoísmos y de nuestra confianza en el dinero. 
 

La espiritualidad ignaciana, un caer en cuenta.
 
       Ser miembro de CVX, presupone vivir una espiritualidad al modo de San Ignacio de Loyola, seguir un camino para discernir y conocer los designios de Dios en el momento actual, tanto en lo individual como en lo comunitario; para ser conscientes de nuestra co-responsabilidad en la construcción de su Reino, un hacernos cargo de nuestra realidad decía Ignacio Ellacuría. Herramientas que aclaran nuestra experiencia de Dios y que requieren de nuestra permanente atención[2], porque la espiritualidad no se viven de manera automática o costumbrista.
 
       La llamada a ser «contemplativos en la acción» es atender a nuestro entorno tomando posición por los más débiles ante los problemas concretos[3], no apelando a una neutralidad sin conflictos, esa que no nos comprometa nuestros intereses o comodidades (Caravias sj, J.L.). Un abrirnos al «otro», a la gracia de Dios, con ánimo de re-conocerlo y acompañarlo en sus dificultades y circunstancias. Recordando que Él es la representación –sacramento- de Dios vivo (Cf. Mateo 25, 40).
 
       Jesús, principio y fin de nuestros discernimientos, nos pide ser astutos y sencillos (Cf. Mateo 10,16); usando nuestra inteligencia para discernir las presencias o ausencias del Reino en los sistemas socio-políticos. Con un espíritu crítico y esperanzador, analizar y denunciar factores, elementos y mecanismos que generan una «cultura de muerte y exclusión».
 
       Por esto, el compromiso como miembro CVX, es una toma de consciencia a vivir por «la bandera» de Jesús, dando testimonio creíble de que «otro mundo es posible». Esta utopía fascinante no es seguir un sueño desencarnado o ilusorio, sino implica la exigencia de construirse desde nuestra realidad concreta –cuanto puedo y creo-, separada de cualquier pose demostrativa (Cf. Martínez, p. 18).
 
       Evidente que todo andar conlleva riegos y críticas, desde perdernos en la cotidianidad; a detenernos en comparar nuestros medios como esenciales; y hasta saciarnos en un mar de retiros, cursos y apostolados, enarbolados en banderas de demostración. Y aunque el egoísmo aparece como un factor constante de nuestra movilización y motivación, es Jesús quien alienta a seguir y a construir, confiando en nosotros, a pesar de nosotros.

 
Reflexiones
 
       Siempre quedarán preguntas sin respuesta, porque el seguimiento de Jesús nunca ha sido algo sencillo, no por algo los tres evangelistas señalan que: «El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga» (Mt. 16, 24. Mc 8,34. Lc 9,23).

        La participación y seguimiento, de todo cristiano, dentro del ámbito socio-político, dependerá de su circunstancia y contexto particular, un cargar con la realidad no solamente desde lo autónomo sino a partir de lo comunitario, y es ahí donde podemos mencionar algunas invitaciones – pautas- para una intervención que testimonie la presencia y creencia del Reino de Dios en la tierra.

Invitaciones:
 
       1. Re-inventar signos que hagan creíble los valores del Reino de Dios, y que estén en consonancia con las fronteras marcadas por CVX. Recordemos que «La Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras» (Carta Encíclica Centesimus Annus no. 57).
 
       2. Esto implica un «conocimiento de primera mano», acompañando realidades de dolor, de violencia y pobreza, evitando posturas fatalistas o destructivas –esfuerzos y ayudas paliativas-, buscando la colaboración y consenso de la comunidad para posibles soluciones. 

       3. Establecer mediaciones concretas, que no sólo respondan a nuestro principio y fundamento, sino también al sentir de la Iglesia. Si en ello está la militancia o adhesión a una causa partidista; valorarla, discernirla «tanto cuanto», sin caer en discusiones estériles que sólo aturden o paralizan. Recordar que «cada vez que la palabra de Dios indica una realidad humana y esta corresponde a las posibilidades existenciales de la persona, tenemos la expresión de la voluntad de Dios» (Libanio sj, J.L.). 

       4. Alentar procesos formativos y espirituales dentro de nuestras comunidades, buscando una mayor y mejor preparación ante las problemáticas sociales.
 
       5. Orar los caminos andados por tantas y tantos santos a través de la historia, como un punto de referencia que nos anime y oriente a seguir.

 
Bibliografía:
 
1. LIBANIO SJ, J.B. «Discernimiento y mediaciones sociopolíticas». EIDES.
2. CARAVIAS SJ, J.L. «Compromiso sociopolítico y espiritualidad ignaciana en América Latina».
3. CVX España. EFS. Centro Pignatelli (Jesuitas Zaragoza), «El compromiso laical en la Doctrina Social de la Iglesia. Pautas generales y ámbito del compromiso».
4. VITORIA C., F.J. (2013) «El Dios liberador de los oprimidos y protector de los pobres» en: «Una teología arrodillada e indignada. Al servicio de la fe y la justicia», Editorial Sal Terrae, pp. 47 - 85
5. MARTINEZ, D., CVX México, «El necesario compromiso político desde la CVX. Fe, Justicia y Compromiso Político en laicos y laicas ignacianas».

Nota:
Las citas bíblicas son de: «La Biblia de nuestro pueblo. Biblia del Peregrino. América Latina.» texto: Luis Alonso Schökel, Ediciones Mensajero.
 
Ensayo revisado por: Rolando E. Díaz C.

[1] Durante las elecciones municipales del año 2015 en Hermosillo (México), el entonces candidato priista Manuel Ignacio Acosta, hoy alcalde; utilizó la frase «que Dios bendiga a Hermosillo» al concluir sus discursos. Actualmente dicha «bendición» parece sólo alcanzar a su círculo más cercano.
[2] Ser custodios del corazón, decía el Papa Francisco.
[3] Implica consecuencias de segregación, rechazo, injuria, humillación e incluso la pérdida de la vida. 

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