1. Ser compañero de Jesús
Es básico el hecho del compañerismo. Jesús y su tarea es el centro tanto para jesuitas como para laicos. Ser compañeros de Jesús es compartir, es compañerismo, es vida, es comunidad. A Jesús lo vemos como compañero en Emaús, donde se hace presente en el caminar como peregrino y comparte el pan. Ser compañero es tener experiencia de sentirnos pecadores perdonados y pecador llamado a ser compañero. El ser pecador me da el privilegio de ser compañero, el reconocerlo me impulsa a la alegría. El tener amistad con pobres concretos nos hace amigos del Rey Eternal. Los compañeros de Jesús buscan la amistad con los pobres. San Ignacio lo hacía con los enfermos y las prostitutas de la Roma donde el vivió sus últimos años, siendo General de la Compañía.
2. Espiritualidad de misión
Ser alguien que se solidariza con los demás; que se preocupa por los demas; que capta que el bien, entre más universal, es más divino; que tiende al bien universal; a encontrarse con Dios con facilidad y familiaridad; a encontrar, también, a Jesús, en los retos de la historia. Otro rasgo de la misión es la vicariedad: "el hacer algo en lugar de". Hacer lo que otros no pueden hacer se traduce en criterio para escoger los diversos apostolados. Para buscar que cambie la historia, el "amigo en el Señor" analiza, antes, durante y después, la acción apostólica. Así descubre que tanto incide en la construcción de la Hermandad Universal. Su trabajo apostólico anuncia y denuncia: con el anuncio acentúa su actitud propositiva; con la denuncia su actitud valiente de inconformidad con todo aquello que este impidiendo el nacer del Reino. Encontrar a Dios en la tarea. La experiencia de los Ejercicios Ignacianos vertebran la espiritualidad del "amigo de Jesús", de los "amigos en el Señor". Tener una espiritualidad en torno al Reino de Dios es fundamental.
3. A la mayor gloria de Dios
Ser alguien que siempre le tira a lo máximo, en excelencia humana, porque lo excelente esta metido, de lleno, en la espiritualidad ignaciana. Sacar lo mejor de mí; tener mucha formación. La ternura de Dios es solidaridad efectiva. La capacidad de ternura es muy Ignaciana. A esto llamamos tener capacidad de encontrar los mejores lugares para trabajar. El lugar de Dios no es tanto en el culto; sino la historia, para tratar de hacer que la humanidad viva. La 'revolución ética' que implico e implica el modo de ser de Jesús, es lo que celebramos en el culto. Que se dé culto a Dios colaborando en que el hombre viva...
4. Espiritualidad de paradoja
Esta espiritualidad es de aparentes contradicciones. Contemplativo en la acción. El actuar como si todo dependiera de mí, aunque sé que todo depende de Dios. Vivir la experiencia de espiritualidad como pasiva actividad. Si se suprime un polo o se exclusiviza, no se potencializa la acción. Ir de un polo a otro es básico. A esto llamamos espiritualidad dialéctica...
5. El ignaciano tiene una oración típica
El Ignaciano tiene tanto una espiritualidad como una oración típica, pragmática, de petición de cosas fundamentales del Reino. La línea de petición tiene una ruta, yo sé por donde voy. La oración toma en cuenta el cuerpo. Hay una conversión al cuerpo; a la postura del cuerpo, por ejemplo. En los ejercicios aprendo a orar con el cuerpo y en la vida diaria. Toda oración Ignaciana es evaluada y confrontada con algo. Los Ejercicios Espirituales son como un laboratorio.
6. Toda espiritualidad ignaciana es procesual
La espiritualidad ignaciana es un proceso. San Ignacio contempla lo procesual en el ejercitante, por eso no le pide lo mismo a todos. Este tipo de espiritualidad es muy pedagógica; tiene opciones para cada persona; Para cada época, o "semana". Es fundamental tener deseos de tener deseos... Desear "ser puesto con el Hijo" es una actitud básica en la espiritualidad ignaciana.
Guillermo Silva C., S.J.
(Inspirados en una conferencia de
Carlos Cabarrús, S.J.)
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